Miguel Delibes fue uno de los mejores novelistas españoles del siglo XX. Y por méritos propios, con obras como ésta, aún hoy sigue siendo uno de los dramaturgos españoles más admirado. Antonio Giménez-Rico recoge el testigo como buen burgalés y ha ejecutado con sabia y cercana intención las obras de Delibes.
Durante las elecciones de 1977, las primeras democráticas en la España posterior a la muerte de Franco, un candidato del PSOE viaja junto a dos jóvenes militantes hasta unos pequeños pueblos del norte de la provincia de Burgos, donde conocen al alcalde de una villa de tres habitantes, el señor Cayo.
Se trata de una de las historias del Delibes más nacional. Si por algo podemos destacar la prosa de este gran novelista es por la comparación que realiza entre la ciudad y la Naturaleza. En muchas ocasiones, nos hallamos con una naturaleza prostituida por el hombre, retorcida por la industria y convertida en grandes ciudades, en las que el ilustre Casona diría que "nadie conoce a nadie".
En esta adaptación muy correcta de su novela, con gusto amargo y correoso de un sitio rural que se desmorona lenta pero inexorablemente, Antonio Giménez-Rico nos presenta un drama con tintes humanos, sociológicos, éticos y políticos en los que nos presenta al candidato Víctor Velasco, junto a sus dos jóvenes compañeros, realizando un viaje por la campaña política de las elecciones nacionales a uno de los pueblos de la sierra burgalesa que en su pasado fue algo, pero que ahora está prácticamente abandonado.
Indudablemente, la maestría del director viene dada por su correcta utilización del "tempo" de la novela y por una plasticidad en los planos que retoca de un realismo desgarrador. La solución temporal se soluciona con el empleo del blanco y negro para el pasado, y el color para los recuerdos. Me resulta una solución muy conveniente para dar efectismo a la trama y para salvar el abrupto comienzo (la muerte del protagonista y su posterior entierro).
Me paro a recomendar su visionado para disfrutar de la dulzura de una jovencísima Lydia Bosch, que en mi opinión, es uno de los alicientes de la película. Obviamente, el papel del señor Cayo-, está no sólo magistralmente interpretado por Francisco Rabal, sino también forma parte de la trama y la estructura de una película circular, en la que todas las vivencias y sentimientos están enmarcadas en ese diminuto pueblo de la sierra burgalesa en el que prácticamente transcurre el argumento.
Cabe entender la película desde la motivación a los siguientes temas que se desarrollan en esta película:
- EL CAMPO VS CIUDAD. Existe un suficiente paralelismo entre los papeles del joven socialista y el señor Cayo, en el que uno utiliza su cultura de ciudad para arremeter contra los sabios consejos y vivencias del anciano del campo. Se trata de la eterna lucha entre lo rural y lo urbano
- LA AGONÍA DEL MEDIO RURAL. Debido a la Guerra Civil, a la posterior emigración y a la falta de oportunidades, se realiza una radiografía de nuestro medio rural en el que nuestros pueblos, base de la economía, se desangran lenta pero inexorablemente. El papel de Lydia Bosch acierta en su predicción al hablar de que si sólo quedaran dos habitantes sobre la tierra, uno de ciudad y otro de campo, el de ciudad debería buscar al del campo. En este caso, se nos presenta una situación, como menos, extraordinaria: un señor casado con un señora muda, y con un solo vecino con el que no se habla porque entre otras cosas, "le ha ahorcado la gata en el nogal"
- LA POLÍTICA COMO TELÓN DE FONDO. La política es utilizada aquí como telón de fondo, como hilo conductor, como elemento necesario de cohesión y como causa-efecto de la acción. Sin embargo, no considero que pueda ser una película muy política en el fondo.
- EL DRAMA DEL PROTAGONISTA: EL GRAN OIDOR. Víctor Velasco, el candidato a diputado socialista por Burgos, tiene en la visita al señor Cayo una iluminación, un acercamiento a la verdad, como mito de la caverna platónico que desarrolla su visión en base a la conversación con el señor Cayo, en la que se da cuenta de la importancia que tiene el saber ancestral para el desarrollo de los pueblos y la dificultad de transmisión de estos saberes en la sociedad actual. Es el personaje más rico de toda la trama, el que tiene más matices, el más reflexivo, el buen oidor que diría Cleóbulo de Lindos.
- EL GRAN HABLADOR. El personaje del señor Cayo es el personaje central de la acción. Es el señor por el que no pasa el tiempo, al que no le preocupa la muerte del dictador Franco, el que conoce la sabiduría popular y por el que hablan todos los habitantes de un pueblo que ya desangrado da sus últimos coletazos. Es el personaje que envejece y está a punto de morir solo, con la única compañía de un perro del que oímos sus desgarradores ladridos al final de la cinta.
La política muestra un leit motiv para que descubramos lo verdaderamente importante; la sabiduría popular está por encima de cualquier ideología: ella modula sus tiempos, sus inquietudes, su visión del futuro y de la muerte, el amor, en definitiva, su vida. En conclusión, es una película altamente recomendable para aquel que quiera conocer un Delibes sin aditamentos, cercano, descarnado y completamente pesimista hacia el medio rural; en el que no sólo no hay esperanza, sino que hay necesidad de conocer.
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