domingo, 12 de mayo de 2013

WARM BODIES: MEMORIAS DE UN ZOMBIE ADOLESCENTE


Desde aquel mítico Mondo Zombie (J.R. Bookwalter, 1989) hasta Juan de los Muertos (Alejadro Brugués, 2011), no había visto cosa semejante. Semejante vuelta de tuerca al género ni me la esperaba ni la buscaba. Buscaba otra cosa en esta película. Película como ésta las veremos pocas veces, y no sinceramente por ser de las mejores del género, que no lo es.


Me parece poco profunda, realmente exagerada, carente de toda lógica y desde el principio hasta el fin una historia de amor entre dos adolescentes. Hasta el título invita a la reflexión, y su pésima traducción, pero peor aún cuando he tenido que observar un cartel en el que el pantone rojo hace daño a la vista. Quedémonos eso sí, con traducciones peores, como la de México, en la que se la ha llamado "Mi novio es un zombie", así como lo popularizó la incombustible Alaska y Dinarama en 1989.


Quizá puedo entender un apocalipsis zombie, tal como se comenta desde el inicio, gracias a la poca resistencia de personas "normales" que queda en el mundo. Como en otras películas, como La Huésped (Andrew Niccol, 2013), no entiendo cómo puede ser que el género humano esté en clara desventaja y minoría. Es más, esa costumbre americana de creerse el ombligo del mundo fastidia. ¿Por qué los españoles, alemanes, franceses, italianos, chinos o japoneses, por no decir otros, no podemos tener nuestro lugar en el mundo? Observo con consternación que ya desde el inicio se les presupone solos en el mundo.


Ya desde el inicio se presupone al mundo zombie unos sentimientos que en las verdaderas películas de género y de terror se les quita. De hecho, a estos seres terroríficos se les apunta unos pensamientos que obedecen a una lógica aplastante: ¿sin pensamiento, cómo puede existir una película en la que un zombie pueda ser protagonista? Después de esto, no entiendo cómo se puede pasar de un estado de guturalidad extrema a poder expresar sentimientos y acciones con palabras cuando tenemos a la chica delante.

Tampoco entiendo cómo se puede repetir tantas veces "no es seguro" y "yo te protegeré". Ya no es que canse, es que a Nicholas Hoult se le paga para dar capacidad y fondo al personaje, no para actuar de narrador y de protagonista a la vez. El hecho de que el narrador sea omnisciente lo entiendo, pero dejemos las exhortaciones guturales, porque queda de aficionados al cine. Chirria una banda sonora tan de los 80 con una interpretación tan extraña. Éxitos del pop-rock, incluido el de Pretty Woman, con una cierta ironía cuando maquillan al zombie nos hace escondernos detrás de la butaca.


De la producción no puedo decir que esté mal: los exteriores y las construcciones por ordenador quizá logradas, pero algunos fallos garrafales en el maquillaje de los zombies me dejan patidifuso (ver a una chica con rasgos asiáticos en el grupo de los zombies en la que no aparece maquillada y para hacer bulto no tiene precio).

Pero la génesis del problema, que ya me parece desacertada, nada tiene que ver con la pésima resolución. Se presupone un corazón que comienza a latir en el mundo zombie para, por arte de birlibirloque, comenzar una transformación de nuevo en género humano. Hasta ahí, puedo comprenderlo. Entiendo la relación causa-efecto. Pero, sensatamente, que esta situación se inicie con el zombie R. "enamorado" guturalmente de una chica, Julie; y que todos los demás sean contagiados por ese espíritu de amor lo considero una pastelada y algo que tenemos que coger con alfileres.


Obviamente, el cine está para eso y mucho más, pero no comprendo las imágenes que nos confirman que el problema de los zombies es que su corazón está hipertrofiado y tiene que seguir bombeando sangre para tener sentimientos. Tampoco entiendo el porqué después de comerse un cerebro tienen momentos de lucidez: no olvidemos que se apropian de los recuerdos de aquellos a quien se comen.


Por tanto, y mira que me parece rizar el rizo, el bálsamo de Fierabrás, que hablaba don Miguel de Cervantes en la primera parte del Quijote, en el capítulo 10, es ¿el amor?, ¿los sentimientos?, ¿la inocencia?, ¿la amistad? Recordemos brevemente el bálsamo de Fierabrás en boca de su autor, y esto sí es calidad:

Todo esto fuera bien escusado, respondió Don Quijote, si a mí se me acordara de hacer una redoma del bálsamo de Fierabrás, que con sólo una gota se ahorraran tiempo y medicinas.

Lo siento, películas como la saga de "28 días después" (Danny Boyle, 2002) me parecen más divertidas, creativas y auténticas; pero recoger el testigo zombie y hacer una historia de amor que, en principio, no tiene ni oficio ni beneficio me parece de un gran mal gusto. Cuando empieza a animarse con los denominados por ellos mismos "huesudos", zombies que han perdido la esperanza y han quedado consumidos y en los huesos, la película se acaba porque todos van en contra de ellos y se los cargan, además, con expresión socarrona por parte del narrador omnisciente. Falta acción, intención, interés... es pastelosa y pringosa hasta decir ¡basta!

De la película destaco a John Malkovich, que es el único que se puede salvar. Sólo de pensar en lo que ha hecho anteriormente Teresa Palmer, cuyo episodio más significativo ha sido ser besada por el novio de Miley Cirus, me hace estremecerme. Por otro lado, de Nicholas Hoult, me resulta muy extraña su participación en la película. Se parece mucho a Tom Welling, el protagonista de Smallville (vamos, Superman adolescente), pero sin tanto aspaviento, y con ciertos problemas de movilidad que desatan mi hilaridad más recalcitrante.

Resumiendo, Naguib Hahfuz decía que "el arte debe ser gusto, diversión y alucinación". En esta película se adolecen de estas tres cualidades, a mi entender. Salvo, en ocasiones, la buena labor de localizaciones y la buena fotografía, así como los detalles, con pequeños tropezones; y, por supuesto, a John Malkovich. Cuidado: hora y media de bodrio pasteloso, con sonidos guturales incluidos.








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