martes, 21 de mayo de 2013

BELLE EPOQUE

De todas las películas presentadas a los Oscar, excluyendo las de Almodóvar, esta obra de Fernando Trueba fue merecedora del gran premio de la Academia para la película de habla no inglesa, y fue merecedora de 9 Goyas durante su año, 1992.

Esta obra transcurre en los últimos y convulsos meses, antes de la proclamación de la II República Española. En esta película se respira una relajación de costumbres, un aire de libertad que lo impregna todo y una lilberación femenina.


Las cuatro hermanas preocupadas por vivir las delicias de la juventud, cada una en su papel: Miriam Díaz Aroca, la "triste" viuda; Ariadna Gil, la "lesbiana" encubierta, con andares y ritmos propios de un chico; Maribel Verdú, como la más casquivana y provocativa de las cuatro; y Penélope Cruz, como la más pequeña, inocente y virginal de las hermanas.


Todo un harem para un jovencísimo Jorge Sanz, que huye de su destino en Jaca, para adentrarse en un pueblo cualquiera, al calor del sexo femenino (y no lo digo yo, sino un sabio Fernán Gómez, que como siempre estuvo soberbio).

El aire de libertad que exhala esta película, no está reñido con una magnífica ambientación, un muy buen maquillaje, fotografía, vestuario y no mejor interpretación. Esta película forma parte de la pequeña colección que todo cinéfilo debería tener: tiene todos los ingredientes de una comedia de costumbres, en la que el mundo al revés tiene su pertinente protagonismo.


  • Un padre metido a política y que ofrece su parcela de libertad a sus hijas; comparado magistralmente con una más que genial Chus Lampreave, en el papel contrario: el de una madre autoritaria y que coarta la libertad de su hijo.
  • Un más que acertado Jorge Sanz que se va introduciendo en la cama de cada una de las hermanas, para acabar casado con Penélope Cruz, la más pequeña de la familia.
  • Una madre que vive en un mundo de fantasía, en el que ya sabemos que la zarzuela estaba tocada o herida de muerte, que se presenta de improviso con un amante que comparte con su marido. Inevitable no parar de reír cuando el marido le confiesa al amante que el "cabrón" es él.
  • La pareja de guardias civiles que acaban matándose entre ellos, ante la incrédula mirada de Jorge Sanz, en lo que supone una introducción a la disparatada y loca comedia.
  • La práctica de sexo entre Jorge Sanz y Ariadna Gil, que viene predispuesta de una fiesta de Carnaval dispararatada y divertida.
  • Un cura que abraza las ideas de Miguel de Unamuno, gran escritor del siglo XX que si por algo destaca fue por su más que comprobado agnosticismo.
En el fondo, la II República se huele en todos los momentos: la libertad religiosa, el divorcio, el papel igualitario de la mujer, la libertad sexual. Todos los temas giran entorno a una época ciertamente convulsa en la que las noticias nos llegan a cuenta-gotas, pero que conforman una interesante acción para entender la dimensión real de la película.


Fernando Trueba utiliza el lenguaje narrativo para acercarnos a unos personajes bien perfilados y bien interpretados, con un punto de ingenuidad, con un punto de malicia, con un punto de pincelada histórica. La fotografía y la ambientación, no sólo de localización, sino también los vestuarios y la música, nos ayudan a adquirir la dimensión histórica que esta película tiene. Además, es una buena forma de disfrutar de unos personajes disparatados, con situaciones graciosas y, ante todo, con la ingenuidad propia y quizá nostálgica que pende en toda la cinta.


Lo mejor de toda la cinta es que el espíritu mediterráneo está presente. Podría pensarse en una familia italiana, griega, española, francesa. Es además una forma de entender la filosofía mediterránea y no tiene nada que envidiar a muchas cintas italianas del mejor cine. Por tanto, disfrutar de interpretaciones corales, como ya nos tiene acostumbrado Trueba, y un más que interesante guión, hacen de esta cinta una de esas pequeñas joyas.

Nos quedamos con la última reflexión que Fernán Gómez comenta, y es que "partir es morir un poco". Gran tautología y gran verdad de la Internacional Socialista, y que podemos ver en el Partido Comunista y manifiestos como el de Chile.










domingo, 12 de mayo de 2013

WARM BODIES: MEMORIAS DE UN ZOMBIE ADOLESCENTE


Desde aquel mítico Mondo Zombie (J.R. Bookwalter, 1989) hasta Juan de los Muertos (Alejadro Brugués, 2011), no había visto cosa semejante. Semejante vuelta de tuerca al género ni me la esperaba ni la buscaba. Buscaba otra cosa en esta película. Película como ésta las veremos pocas veces, y no sinceramente por ser de las mejores del género, que no lo es.


Me parece poco profunda, realmente exagerada, carente de toda lógica y desde el principio hasta el fin una historia de amor entre dos adolescentes. Hasta el título invita a la reflexión, y su pésima traducción, pero peor aún cuando he tenido que observar un cartel en el que el pantone rojo hace daño a la vista. Quedémonos eso sí, con traducciones peores, como la de México, en la que se la ha llamado "Mi novio es un zombie", así como lo popularizó la incombustible Alaska y Dinarama en 1989.


Quizá puedo entender un apocalipsis zombie, tal como se comenta desde el inicio, gracias a la poca resistencia de personas "normales" que queda en el mundo. Como en otras películas, como La Huésped (Andrew Niccol, 2013), no entiendo cómo puede ser que el género humano esté en clara desventaja y minoría. Es más, esa costumbre americana de creerse el ombligo del mundo fastidia. ¿Por qué los españoles, alemanes, franceses, italianos, chinos o japoneses, por no decir otros, no podemos tener nuestro lugar en el mundo? Observo con consternación que ya desde el inicio se les presupone solos en el mundo.


Ya desde el inicio se presupone al mundo zombie unos sentimientos que en las verdaderas películas de género y de terror se les quita. De hecho, a estos seres terroríficos se les apunta unos pensamientos que obedecen a una lógica aplastante: ¿sin pensamiento, cómo puede existir una película en la que un zombie pueda ser protagonista? Después de esto, no entiendo cómo se puede pasar de un estado de guturalidad extrema a poder expresar sentimientos y acciones con palabras cuando tenemos a la chica delante.

Tampoco entiendo cómo se puede repetir tantas veces "no es seguro" y "yo te protegeré". Ya no es que canse, es que a Nicholas Hoult se le paga para dar capacidad y fondo al personaje, no para actuar de narrador y de protagonista a la vez. El hecho de que el narrador sea omnisciente lo entiendo, pero dejemos las exhortaciones guturales, porque queda de aficionados al cine. Chirria una banda sonora tan de los 80 con una interpretación tan extraña. Éxitos del pop-rock, incluido el de Pretty Woman, con una cierta ironía cuando maquillan al zombie nos hace escondernos detrás de la butaca.


De la producción no puedo decir que esté mal: los exteriores y las construcciones por ordenador quizá logradas, pero algunos fallos garrafales en el maquillaje de los zombies me dejan patidifuso (ver a una chica con rasgos asiáticos en el grupo de los zombies en la que no aparece maquillada y para hacer bulto no tiene precio).

Pero la génesis del problema, que ya me parece desacertada, nada tiene que ver con la pésima resolución. Se presupone un corazón que comienza a latir en el mundo zombie para, por arte de birlibirloque, comenzar una transformación de nuevo en género humano. Hasta ahí, puedo comprenderlo. Entiendo la relación causa-efecto. Pero, sensatamente, que esta situación se inicie con el zombie R. "enamorado" guturalmente de una chica, Julie; y que todos los demás sean contagiados por ese espíritu de amor lo considero una pastelada y algo que tenemos que coger con alfileres.


Obviamente, el cine está para eso y mucho más, pero no comprendo las imágenes que nos confirman que el problema de los zombies es que su corazón está hipertrofiado y tiene que seguir bombeando sangre para tener sentimientos. Tampoco entiendo el porqué después de comerse un cerebro tienen momentos de lucidez: no olvidemos que se apropian de los recuerdos de aquellos a quien se comen.


Por tanto, y mira que me parece rizar el rizo, el bálsamo de Fierabrás, que hablaba don Miguel de Cervantes en la primera parte del Quijote, en el capítulo 10, es ¿el amor?, ¿los sentimientos?, ¿la inocencia?, ¿la amistad? Recordemos brevemente el bálsamo de Fierabrás en boca de su autor, y esto sí es calidad:

Todo esto fuera bien escusado, respondió Don Quijote, si a mí se me acordara de hacer una redoma del bálsamo de Fierabrás, que con sólo una gota se ahorraran tiempo y medicinas.

Lo siento, películas como la saga de "28 días después" (Danny Boyle, 2002) me parecen más divertidas, creativas y auténticas; pero recoger el testigo zombie y hacer una historia de amor que, en principio, no tiene ni oficio ni beneficio me parece de un gran mal gusto. Cuando empieza a animarse con los denominados por ellos mismos "huesudos", zombies que han perdido la esperanza y han quedado consumidos y en los huesos, la película se acaba porque todos van en contra de ellos y se los cargan, además, con expresión socarrona por parte del narrador omnisciente. Falta acción, intención, interés... es pastelosa y pringosa hasta decir ¡basta!

De la película destaco a John Malkovich, que es el único que se puede salvar. Sólo de pensar en lo que ha hecho anteriormente Teresa Palmer, cuyo episodio más significativo ha sido ser besada por el novio de Miley Cirus, me hace estremecerme. Por otro lado, de Nicholas Hoult, me resulta muy extraña su participación en la película. Se parece mucho a Tom Welling, el protagonista de Smallville (vamos, Superman adolescente), pero sin tanto aspaviento, y con ciertos problemas de movilidad que desatan mi hilaridad más recalcitrante.

Resumiendo, Naguib Hahfuz decía que "el arte debe ser gusto, diversión y alucinación". En esta película se adolecen de estas tres cualidades, a mi entender. Salvo, en ocasiones, la buena labor de localizaciones y la buena fotografía, así como los detalles, con pequeños tropezones; y, por supuesto, a John Malkovich. Cuidado: hora y media de bodrio pasteloso, con sonidos guturales incluidos.








sábado, 11 de mayo de 2013

THE HOST: LA HUÉSPED




Inevitable dos horas de best-seller de quinceañeras. Inevitable volver a ver en pantalla una película que nace de un libro de Stephanie Meyer. E inevitable leer absurdeces sobre lo pésima que es escribiendo libros.

No soy ni quinceañera, ni tengo el pavo subido, ni soy fan aférrimo de los libros de esta escritora, pero hay que reconocer que sabe como pocas rentabilizar el fenómeno de escribir.

También he leído las comparaciones que han hecho con esta película, examinando a su director, Andrew Niccol. Y qué voy a decir: quédense con mi opinión y no vayan a verla pensando en la Saga Crepúsculo. Puede pasar por una comedia romántica con tintes futuristas, pero la idea me parece como mínimo interesante. Esta escritora ha encontrado el filón a escribir novelas para adaptarlas al cine.


La idea futurista de vida extraterrestre centra toda la cinta. Una especie de almas buscan huéspedes, y en la tierra han tenido su centro de operaciones. Ni que decir tiene que entre las críticas más encarnizadas está el llamar a estas criaturas nazistas edulcorados o aliens tontos. En la naturaleza, la evolución muchas veces no pasa por erradicar a quien no está de tu lado. A veces las especies son depredadores de otras; en otras ocasiones hay una simbiosis entre las especies;  y por otro lado está el comensalismo. Y no lo digo yo, cualquier libro de naturales -o ahora conocimiento del medio- lo dice. Dado que hablamos de crítico a crítico me aventuro a aconsejar que se estudien esos tres tipos de relaciones naturales: puede ayudar a desentrañar el misterio de porqué no les gusta la película, aunque sospecho que es por el sello Crepúsculo.


Sin embargo, hay gente que a fuerza de suspender en la ESO piensa que un tipo de vida extraterrestre sólo podría eliminarnos como criaturas molestas. Y pienso o reflexiono en alto: ¿por qué no podría haber vida que nos colonizara de forma pacífica? Películas como Men in Black (Barry Sonnenfeld, 1997) se pueden encuadrar este primer tipo de invasión. Sin embargo, Stephanie Meyer y su adaptación al cine hecha por Niccol nos habla de un tipo de simbiosis o comensalismo ejecutado por almas de otros mundos.

En ningún momento se nos cuenta cómo aterrizaron en la tierra, y mucho menos cómo llegaron a colonizar todo el territorio. Y creo que no hace falta: para eso está el cine, por mucho que pseudo-críticos se empeñen en calificarlo, al contrario, como bodrio. Una película nos habla de acciones "in media res", y ahora nos pasamos al instituto, para comentar que la acción puede estar comenzada, como es el caso. De hecho, la primera escena inquieta por su desarrollo: la narrativa de un suicidio obligado, prácticamente a cámara lenta.



Si en algo he visto que hay demasiado abuso, ése es el flahback. No he tenido el gusto de leerme el libro, pero intuyo una mano de la dirección y del montaje para alargar la historia, quizá más de lo debido. Pero conforme va reproduciéndose la película entendemos la dimensión de la historia y los guiños que en todo momento se realizan a la supervivencia y a las relaciones humanas para conseguir desentrañar el centro de la historia.

Se habla de una civilización exagerada, en la que no se tiene control por los recursos: la tienda está abierta a todo el que quiera adquirir cualquier producto, la sanidad está abierta a cualquiera que tenga un problema. En conclusión, una sociedad utópica y quizá una crítica a la sociedad tan cargada de maniqueísmo y recortes que nos ha tocado sufrir. Llama mucho la atención tener que ir a comprar sin necesidad de pagar o que te atiendan y te solucionen cualquier problema de salud con un spray mágico, pero eso también es el cine y podemos conceder licencias. El caso es esa mala costumbre de querer comparar esta película con las cinco de la Saga Crepúsculo.



La dicotomía en el personaje principal (Wanderer o trotamundos, viajera) y Melanie quizá nos hace darnos cuenta de lo principal que es para nosotros el cuerpo. Podría extenderme todo lo posible hablando de la dicotomía entre el cuerpo y el espíritu o alma y lo que desde el inicio de la filosofía se ha dicho al respecto, pero en un plano más religioso, se dice en la carta a los Romanos 8:9 

Sin embargo, vosotros no estáis en la carne sino en el Espíritu, si en verdad el Espíritu de Dios habita en vosotros. Pero si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, el tal no es de El.


O en la primera Carta a los Corintios 3:16

¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?

Si reflexionamos un poco sobre la idea entendemos que en esta película se habla del cuerpo como un recipiente, como un medio físico habitado por una psique, o un espíritu. Obviamente, podemos no tomar conciencia de ello, pero en la huésped hay un mínimo de esa reflexión. Amar nuestro cuerpo como casa o templo de algo más alto, el espíritu.

A partir de ahí, entenderemos la justa dimensión de la película. 

Sus excéntricas localizaciones y una labor de producción inenarrable hacen de esta pequeña comedia romántica una suerte de realidad punible. Fuera del fenómeno fan, gustará más que en comparativa con Crespúsculo y su saga.


Lo mejor de la película: la interpretación auténtica de Diane Kruger, la buscadora. Esos coches y motos impresionantes, una personalidad realmente desconcertante y una gesticulación espectacular hacen de este personaje la piedra angular que da sentido a la cinta. A la actriz la recuerdo de Malditos Bastardos (Quentin Tarantino, 2009) o las dos películas de La Búsqueda (Jon Turteltaub, 2004) y la Búsqueda 2: El Diario Secreto (Jon Turteltaub, 2007) con excelentes resultados.


Del demás elenco, destacaré a su protagonista que me merece una buena mención. Abigail Chase no está nada mal en su doble papel de extraterrestre y chica combativa de la resistencia. Sin embargo, los diálogos  -de eso Stephanie Meyer tendrá la culpa- entre los dos seres deja mucho que desear. Diálogos profundos, como los mantenidos con su tío Jeb es de lo que adolece la película. Y también de algo más de ritmo: dos persecuciones con cierto ritmo, pero nada trepidantes, y la malvada montada en un helicóptero y en una moto en medio del desierto toda la película.


Conclusión: para ver con los amigos de toda la vida, a ser posibles jóvenes. Es un poco lenta, pero aguantable.

jueves, 9 de mayo de 2013

EL MAGO DE OZ: 1939 Y 2013



Es inevitable establecer comparaciones entre una y otra. Entre la sencillez, genialidad e inocencia de la primera (Victor Fleming, 1939) y artificio, colorismo, efectismo y alguna nota discordante de interpretación de la segunda (Sam Reimi, 2013).











Lo malo de tratar al cine como fábrica de sueños es enfrentarse con uno de ellos que dejó su huella en varias épocas. ¿Quién no ha crecido al abrigo de las canciones de Judy Garland? ¿Quién no ha disfrutado de la esencia de un cuento? Sin embargo, en 2013 ha ocurrido el efecto contrario. Dejan de un lado la inocencia de un cuento y las elipsis intencionadas para enfrentarnos con un refrito propio de la factoría de Estados Unidos. ¿Cómo explicarle al niño, el gran protagonista de la cinta, que el Mago de Oz es un redomado tramposo y mujeriego?



Y es que la trampa y el artificio, fuera de la dudosa reputación de un suficiente raspado James Franco, que no sé porqué ha sido bendecido por la factoría Disney, dejan a la cinta en un lugar suficiente dentro de una escala en la que no llega al talento imaginativo de la cinta de 1939. No entiendo ese jueguecito amoroso entre la bruja del norte y el mago de Oz que, por supuesto, en la cinta de Fleming ni se deja entrever. Recuerdo aún el libro de L. Frank Baum, el escritor de El Mago de Oz, del que se extrae la primera versión y la maravillosa cadencia de los episodios, plasmados plano sobre plano por Fleming. Ese talento y esa imaginación la vemos en una técnica muy pocas veces superadas: la realidad en color sepia, y la ficción o la imaginación en color. En esta cinta de 2013, utilizan ese modo narrativo para guiñar el ojo a Fleming. Pero al espectador lo deja frío, sin nada. No existe ese paralelismo narrativo en la película, que sí existe en la primera versión.




No encuentro en la cinta a los deliciosos Espantapájaros (Ray Bolger), Hombre de Hojalata (Jack Haley) y el león cobarde (Berth Lahr). Sólo encuentro dos personajes de animación (el mono volador caracterizado como un botones de un hotel y la deliciosa muñeca de porcelana). Obviamente esta clara sucesión de personajes oníricos hacen que esta obra sea una locura esperpéntica, al más claro estilo de don Ramón María del Valle Inclán. ¿Dónde está esa amistad y lealtad que rezuman en la cinta de Fleming? Aquí hay servilismo, maltrato animal y poco o nada consideración con una mujer, encima de porcelana.


En filosofía, el mito de la Caverna obedece a la clara interpretación del conocimiento: y lo que no entiendo en esta cinta de 2013 es cómo ha podido deformar tanto la realidad adaptándola a la conveniencia. Las malvadas brujas del este y el oeste son lo único salvable de la película (Mila Kunis y Rachel Weisz) en cuanto a talento interpretativo se refiere. El hada -o bruja del norte (Michelle Williams)- sin ser tan rimbombante y campanuda como la cantarina hada del norte de la anterior película de Fleming, tiene un peso protagónico que nos hace entender su dimensión. Quizá el papel de la bruja malvada del oeste sufre una transformación en 80 años. Pasa de ser una malvada institutriz vestida de negro, con la cara verde manzana madura, a ser una sexy, a la vez estilizada, aunque algo fea, figura de color manzana localizada aún en el árbol.



Si en algo podemos destacar esta precuela -al estilo de la Guerra de las Galaxias, en la que el primer episodio se rueda en 2013 y su continuación natural se rodó en 1939- es que de una vez podemos enterarnos el porqué llegó Oz al mundo de fantasía. Después de casi 80 años comprendemos el porqué Oz queda preso en ese mundo y porqué Oz es un farsante en la película de Fleming. Nos explicamos por fin el porqué del holograma verde de la película de Fleming.

Si en algo ha respetado esta nueva versión a la antigua es en el uso magistral del blanco y negro, que va fundiéndose a color en el momento en que Oz -o Dorothy- aterrizan en el mundo de Oz. El ciclón de esta cinta calca al ciclón de la anterior cinta, con esos efectos especiales ya obsoletos pero que dan ese toque de ingenuidad que hace falta en esta cinta.


Conocemos la génesis de la malvada bruja del Oeste y la concepción de lo que será la bruja del Este, que será matada por Dorita y su casa. Sin embargo, no entiendo el porqué nadie mata a nadie en esta cinta de 2013, edulcorando las cosas, y se habla de matar a la bruja del oeste en la cinta de Fleming. Esa concesión que se hace en 2013 está fuera de lugar. Recordemos que en la cinta de Fleming se observa la génesis del fatídico y letal campo de amapolas, y sin embargo, por arte de magia, en la cinta de 2013 aparece ese mismo campo de amapolas, cercano a la guarida de las malvadas brujas.

Evidentemente, desgranando la película, no sé qué pasará dentro de 80 años, pero no veo de esta precuela de la factoría Disney ni musicales, ni libros, ni reediciones, ni nada de eso. Es una cinta más, que pasará inadvertida dentro de varios años y que no haremos caso teniendo la original de 1939, de la que sí se han hecho musicales, reediciones, libros, y demás material. Judy Garland no sólo está deliciosa, sino que representa la candidez humana orientada por la fidelidad del perrito Totó.

De esta cinta, por tanto, salvó a Rachel Weisz y a Mila Kunis en unos papeles que orientan desde la primera escena hasta la última y que dan credibilidad y altas cotas de interés interpretativo. Sencillamente pasables en una cinta, a mi entender, floja. Y es que nunca segundas partes fueron buenas. ¿Dónde se dejaron esa maravillosa banda sonora completamente aprovechable para esta cinta?