domingo, 13 de noviembre de 2016

UN MONSTRUO VIENE A VERME

La nueva película de J.A. Bayona explora el universo de la maternidad desde la base de la imaginación. Atrás queda el realismo descarnado de su anterior película "Lo Imposible" y su ocultismo de "El orfanato". Esta película cierra su trilogía sobre la maternidad que nos ofrece este premiado director de cine español.







Siete minutos después de la medianoche, Conor despierta y se encuentra un monstruo en la ventana. Pero no es el monstruo que él esperaba, el de la pesadilla que tiene casi todas las noches desde que su madre empezó el arduo e incansable tratamiento. No, este monstruo es algo diferente, antiguo... Y quiere lo más peligroso de todo: la verdad.

Enfrentarte a "Un monstruo viene a verme" es chocarte con tus miedos más profundos. Es asomarse a un vacío desgarrador en el que todo lo que conoces o creiste conocer puede ser engullido por la nada más inconmensurable.

Pero también, enfrentarte a "Un monstruo viene a verme" es hallar la paz después de la tormenta, la ilusión después de una guerra sin cuartel y un consuelo ante una lágrima que tenemos ante esos mismos miedos.


Esa envoltura de fábula ayuda a la distensión propia del mundo cinematográfico y a envolver el tema descarnado al que nos enfrentamos: un niño tímido, con problemas de bullying en el colegio, tiene que enfrentarse al drama de ver cómo se apaga la vida del ser que más quiere: su madre. Pero si sabemos que esta película ha sido dramatizada desde un libro, entendemos que la fábula y los cuentos puedan ayudarnos a una mejor lectura de esta obra, uno de los éxitos editoriales de los últimos tiempos del escritor Patrick Ness.

La catarsis del propio protagonista, unida al destino inevitable, hacen de esta obra de J.A. Bayona uno de sus más acertados símbolos del tema de la maternidad. Entra en dicho tema desde la ternura y los ojos de un niño que se niega a enfrentarse contra lo inexorable, contra lo que no se puede luchar. De ahí, que la película transporte al espectador hacia una proyección de sus propios miedos y vivencias, como se realizaba en la tragedia griega. La película plasma en esencia el universo inquietante del libro y nos sumerge en una historia lacrimógena, pero también en una historia de superación, de crecimiento, de exploración, en definitiva, de vivencia.

El protagonista es nuestro propio ser, motivado a luchar con un arma imposible de vencer: la imaginación. Y J. A. Bayona sabe plasmar esa imaginación con unos soberbios efectos especiales y una más que lograda interpretación de todos los actores y actrices que conforman esta película.

Podemos enfrentarnos a ella desde la óptica de un adulto entroncando con nuestra niñez, o podemos enfrentarnos a ella desde la roca de nuestra razón que bloquea lo indeleble de los sentimientos y ese disparo al corazón que tiene la película y la temática.


En una escena de la película, en una de las mesitas del pasillo aparece el abuelo del niño, que está interpretado por Liam Neeson, y que no aparece en la película porque falleció, y casualmente, este actor es el que da la voz al árbol-monstruo de esta cinta. ¿Casualidad? ¿No será una forma de luchar que tiene en un primer momento la madre, y después su hijo, ante los avatares y golpes que nos tiene reservada la vida?

En conclusión, armarse de un buen puñado de pañuelos de papel y acercarnos a esta película sin compromisos y preconcepciones arrancarán de nosotros una reflexión profunda sobre nuestra vida y también sobre nuestra lucha interior. De sus historias podemos extraer una enseñanza y de la película una sabia reflexión sobre nosotros mismos.





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